viernes, 23 de diciembre de 2011

XXVII - Encuentro en Montevideo

1. “Pongo el GPS?” (viernes)

Después de los preparativos de rigor, iniciamos nuestro viaje a Montevideo en nuestro auto. Afortunadamente, nuestro buen humor era perfecto. Por ello reímos bastante cuando descubrimos que a poco de salir de casa y debido a que a la pregunta de Jonás le contesté que el GPS era innecesario, equivocamos la ruta y por ello, cuando apenas llevábamos un par de horas de viaje, ya nos habíamos desviado unos cuarenta kilómetros viajando equivocadamente por la ruta 8 rumbo a Chile... Una vez corregido el error, llegamos sin mayores problemas al paso fronterizo de la ruta 136 (Puerto Unzué – Fray Bentos)

Pasamos el control aduanero sin mayores problemas, aunque casi nos incautaron dos sanguchitos de salame y queso sobrantes del almuerzo. Estábamos allí cuando comenzó a llover con intensidad del lado uruguayo, mientras que del lado argentino no caía ni una gota, lo que se convirtió en un espectáculo bastante curioso.

Con la experiencia de unas horas antes y teniendo en cuenta que nunca habíamos hecho el viaje, uno pensaría que pusimos el GPS, pero no… Estábamos firmemente decididos a perdernos en cuanta oportunidad tuviéramos. De lo contrario, habríamos hecho el viaje por la ruta correcta y buena parte por autopista. Habríamos llegado mucho antes, pero no hubiera sido tan divertido.

En lugar de viajar por la ruta 2 hasta empalmar con la autopista que es la ruta 1, lo hicimos por rutas interiores que atravesaron montones de pueblitos rurales minúsculos. Visto en retrospectiva, fue una buena idea; hizo realmente interesante el viaje. Esa ruta estaba llena de curvas, de subidas, de bajadas… realmente un paisaje muy bonito. La lluvia que nos acompañó todo el viaje no molestaba, de hecho resultaba agradable, aunque no era muy buena para tomar fotos. La sensación de viajar por esa ruta tan bonita, con poco o nada de tráfico, escuchando a Andrea Bocelli era relajante.

De todas maneras, terminamos por encontrar la autopista y llegamos a Montevideo. Nos dedicamos entonces a buscar un alojamiento. Luego de buscar y buscar, lo más económico para nuestro flaco presupuesto fue un hostel donde querían cobrarnos 36 dólares por los dos, en una habitación con otras cuatro personas, con baño compartido. Ya estábamos resignados, cuando por pura casualidad encontramos un hotelito con dos estrellas en su puerta. Pregunté y la oferta era tan aceptable que me preocupó. Menos de U$S 50 para los dos, en una amplia habitación privada con aire acondicionado, televisión por cable, un baño privado muy cómodo y estacionamiento para nuestro cansado auto.

Luego de instalarnos, salimos a caminar un poco por la 18 de Julio, visitar un poco la Ciudad Vieja (Era la noche de los museos y estaba lleno de espectáculos al aire libre, un poco malogrados por culpa de la lluvia) y comer algo. Acabamos en un McDonald’s. Era cerca de las once de la noche y entró al lugar un matrimonio con un enorme mate y el termo bajo el brazo. “Ahora sí estoy seguro de que llegamos a Montevideo” le dije a Jonás que no se animó a tomarle una foto. Alrededor de la medianoche nos fuimos a descansar. Sólo cuando estuvimos en el hotel nos dimos cuenta de lo cansados que estábamos.


2. El encuentro (sábado)

Entre Argentina y Uruguay hay una hora de diferencia. Quise corregir la diferencia, pero por error, en lugar de adelantar la hora, la atrasé. Por ello, en lugar de sonar la alarma de mi teléfono celular a las ocho de la mañana, lo hizo a las seis. Aprovechamos el error para tener más tiempo para pasear. Seguía lloviendo, pero no por ello íbamos a dejar de recorrer la rambla. Para colmo, el pronóstico meteorológico que habíamos consultado antes de iniciar el viaje nos había asegurado una temperatura de 32 grados. Lluvia, frío y viento y yo con ropa de verano excepto por un saquito que guardé a último momento… en fin…

Cuando la lluvia se hizo más intensa, a Jonás se le ocurrió ir a visitar a un amigo que le había dicho que vive en Canelones. Fuimos para allá por la autopista 5. Era poco más de 40 kilómetros hacia el norte, ningún problema. Llegamos allá y recorrimos media ciudad antes de encontrar un teléfono que funcionara. Lo llamó entonces para pedirle la dirección exacta… El ataque de risa de Jonás cuando su amigo le explicó que su casa estaba en el departamento de Canelones pero no en la ciudad, fue de antología. Le explicó que estaba en Lagomar, cerca de Atlántida… Nos habíamos desviado poco más de 70 kilómetros. Lo más gracioso es que estaba a poco más de 20 kilómetros de Montevideo, sobre la costa. Habíamos iniciado el viaje a las diez de la mañana y llegamos cerca de las dos de la tarde. Cuatro horas para ir a un lugar que estaba a veinte kilómetros. Una vez allí almorzamos y luego volvimos a Montevideo con este amigo de Jonás para visitar a otros amigos en común. A la hora apropiada (o sea, tarde) corrimos hasta el hotel para cambiarnos e ir al club náutico de Punta Carretas donde se realizaría la esperada reunión familiar.

En algún momento pensé llevar un cuaderno para tomar notas. Debí hacerlo. Había alrededor de unas 70 personas, demasiadas presentaciones para recordar correctamente luego quién es quién. De todas maneras, fue una experiencia que no me decepcionó.

 Me encantó conocer a tantas personas que llevan mi apellido. Me sentía en casa. Luego de una presentación audiovisual que preparó el primo (de alguna forma debo llamarlo) Gustavo y otros miembros de la familia acerca de la historia de la familia y de cómo llegaron al Río de la Plata y alrededores, atacamos sin piedad a unas pizzas deliciosas, unos chivitos aun mejores y una variedad de postres, entre amenas charlas que solían empezar por preguntar a qué rama de la familia pertenecía cada uno. Entre todos los presentes, no pude dejar de asombrarme con el parecido de Néstor con mi papá… era mi viejo con bigotes. Asombroso.

Finalizado el encuentro, tarde ya, volvimos al hotel. Mencioné que seguía lloviendo? Ahora que lo pienso, debería presentar una queja al respecto. Fue el único fallo en la organización del evento.

3. Volviendo a casa (domingo)

Abandonamos el hotel alrededor de las nueve de la mañana y dedicamos algunas horas a hacer algo de turismo.



No fue hasta que empezamos a regresar que apareció el sol. Eso fue cruel. Regresamos por el camino que deberíamos haber empleado para llegar, por lo que el viaje fue mucho más rápido.

Hicimos una parada en la ciudad de Rosario (Uruguay) junto a un pequeño río, para almorzar los últimos restos de nuestras provisiones (unas galletitas y un par de latas de paté) y luego hicimos el resto del recorrido de un tirón, a pesar del calor espantoso, para llegar a casa al final de la tarde.

Y esa es la historia de nuestra excursión al otro lado del charco. Nada extraordinaria, en realidad, pero sé que no la olvidaremos. Ya al día siguiente estaba Jonás hablando acerca de repetirla… Dejamos allá amigos y parientes que queremos volver a ver en esa ciudad que tan bien nos trató. Es absolutamente imposible sentirse extranjero en ese lugar, más bien nos sentimos como si fuéramos del barrio.

3 comentarios:

  1. Muy amena la historieta....me encantó: del otro lado del charco...siempre decimos así cuando se nombra a Uruguay... Me parece muy bien que te quejes a quien corresponda de la lluvia...

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  2. A fines de Noviembre viajé a Punta del Este. Le pifié a la ruta, hice la misma de ustedes... Me comí todosss los pueblitos :s

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  3. Ta muy bien el relato. Me alegra de que te haya gustado la calidez charrua. Si me inquieta saber donde se hospedaron. Hay mucha oferta pero es complicado dar con un lugar comodo y agradable. Las veces que fuí siempre terminé en el mismo lugar y me da fiaca salir a buscar otros.
    Gracias!

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