martes, 20 de abril de 2010

VIII - Hitos

Hay hitos en la vida de las personas. Eventos que van señalando el momento exacto en el que se abandona una etapa para ingresar en una nueva. Abandonar el biberón, dejar los pañales, comenzar a caminar, decir la primera palabra, marcan el momento en que se deja de ser un bebé para convertirse en un niño. Luego viene el comienzo de la escuela, el primer amor, el primer trabajo, el casamiento y ahí nos convertimos en adultos completos. De ahí en adelante, viene una época relativamente estable que ni siquiera la paternidad modifica. Todo debería permanecer así hasta más o menos la llegada de los nietos, no? 

Eso creía yo hasta hoy.

Salí de mi trabajo como todos los días y fui a hacer unas compras para la cena. Abordé luego el colectivo que habría de traerme de regreso a mi casa. Estaban todos los asientos ocupados. Había también algunas personas paradas. En uno de los asientos estaba esa chica… una linda muchachita de ¿cuántos? 17? 18 años? Noté inmediatamente que se había fijado en mí. Con un delicado movimiento de su cabeza y una leve sonrisa me llamó en silencio. Le devolví la sonrisa y con el pulso acelerado me acerqué lentamente... Antes de que yo pudiera decir una palabra, se paró y me dijo Por favor, señor… siéntese usted…

Todo mi mundo se cayó en pedazos. Esta niñita insolente acababa de darme mi diploma de anciano honoris causa. Consideré estrangularla inmediatamente, pero decidí rechazar amablemente su ofrecimiento “No gracias… bajo enseguida mientras rápidamente me aseguré que ningún conocido fuera testigo de mi desgracia.

Ya en casa, busqué un espejo. Me vi más o menos igual que ayer, sin embargo, mientras trataba de ahogar mis penas en mate amargo, supe con toda certeza que había alcanzado uno de esos hitos que marcan el fin de un capítulo en mi vida y que ya nunca volveré a acercarme a una linda muchachita de 17 ó 18 años que me sonría levemente.