Se apagaron las últimas luces del estadio Maracaná. La
gente ya regresó a sus casas. Los televisores están apagados. Ya tenemos un
campeón, se acabó la ansiedad, el suspenso. Guardamos los gorritos, las
camisetas y las banderas en espera de
una próxima ocasión. Se acabaron las reuniones frente al televisor. Con algo de
tristeza, retiramos la hoja que estaba pegada a la puerta de la heladera donde
se anotaban los resultados. Está completa y ahora ya está guardada en un cajón…
Todavía se hacen comentarios, pero lentamente irán desapareciendo también. Queda cierta
sensación de vacío que tratamos de dejar atrás preguntando cuándo es el próximo
mundial de rugby o básquet o de cualquier cosa…
Volvimos a la realidad, a la misma rutina de siempre. Todo terminó. Llegó la
nostalgia. Tendrán que pasar cuatro largos años para poder volver a vivir la
máxima fiesta del fútbol: La Copa del
Mundo de Rusia 2018