miércoles, 19 de junio de 2013

XXXVIII - Soy argentino, señora!

Anoche, luego de salir de mi trabajo, fui con mi esposa Patricia al mercadito “Pekin” (nombre original, no?) de los chinos que está a pocos metros de mi oficina. Luego de haber comprado lo necesario salimos de allí. Justo en el momento en que pongo un pie afuera, una motocicleta que venía circulando por la acera no me atropelló gracias a unos reflejos raros en una persona de mi edad, en mi lamentable condición física y cargando varias bolsas con las compras.  Patricia le dedicó un insulto impropio en una señora educada, a lo que nuestro amigo motorizado respondió “Es que soy argentino, señora…

Es que el hecho de haber nacido en estas pampas habilita al caballero a circular con su moto (que era bastante grande, dicho sea de paso) por la acera? Es una explicación razonable para su conducta? Yo también soy argentino… Será entonces que estoy habilitado para despreciar las normas más elementales de tránsito? Será que puedo además ignorar todas las normas de convivencia? Será que las reglas están únicamente para que nosotros –los argentinos– podamos romperlas inpunemente? Sí... ya sé que está mal escrita la palabra, no es un error; quise romper alguna regla, violar alguna norma… Por qué he de someterme a la estúpida regla de poner siempre la “M” antes de una “P”? al fin de cuentas… ¡SOY ARGENTINO!