sábado, 26 de noviembre de 2011

XXVI - Cuando yo tenía tu edad...


Puedes creer, Jonás, hijo mío, que cuando yo tenía tu edad no existían los videojuegos? En aquellos tiempos nos divertíamos remontando barriletes que nosotros mismos hacíamos, o jugábamos al futbol, o corríamos carreras de bicicletas, o cosas así… Nosotros, igual que tú ahora, mirábamos televisión, pero no tenía color y desde luego no existían tantos canales como ahora… Por supuesto, nada se comparaba a un buen libro de aventuras!

Recuerdo haberle dicho cosas más o menos como estas muchas veces, cuando Jonás rondaba los diez años. 

Él me esperaba cada día al regreso de mi trabajo porque cumplíamos con un pequeño rito: Jugar Mortal Kombat conmigo en la PC o tal vez Street Fighter. Yo disfrutaba dejándole ganar por escaso margen las peleas, (no siempre, no fuera a resultar que lo notara). El caso es que escuchaba lo que yo le decía y me miraba con esa mirada que decía “Me estará hablando seriamente?” A esta altura del relato, debo aclarar que yo ya jugaba con computadoras antes de que él naciera. 

Compré mi primera Texas Instruments Ti99 en 1983 y tuve un par de MSX antes de comprar mi primera PC, una 386 en el año 1994, aproximadamente. 

El caso es que lentamente fui dejando de permitirle ganar, pero cada vez perdía más fácilmente. Los años fueron pasando, fuimos incorporando más juegos y continuamos compartiendo horas juntos llenos de risas y diversión en una relación inmejorable. Llegaba de mi trabajo y ¡a jugar! A veces yo ganaba, pero siempre sospeché que se debía a que él me lo permitía de vez en cuando, no fuera a resultar que yo lo notara. A veces, trataba de distraerlo con mis relatos prehistóricos y en ocasiones hasta lo conseguía.

Tantas cosas y personajes se perdió de conocer! La leche que cada mañana encontrábamos en la puerta de casa… el vendedor ambulante con su carro tirado por un apacible caballito que venía imposiblemente cargado con toda clase de cosas, el policía que se conocía los nombres de todos los chicos, los paseos en trolebús, los carritos de rulemanes, los juegos de escondidas que abarcaban medio barrio, las expediciones -inexorablemente condenadas al fracaso- al bosquecito para cazar pajaritos, los grandes juegos de canicas (o “bolitas” como las llamábamos por estas tierras), las intrincadas negociaciones de intercambio de figuritas para poder llenar el álbum, las tardes de domingo reunidos alrededor de una radio escuchando el partido más importante…

Si usted sabe de lo que estoy hablando, entonces es un viejo como yo. Al menos, eso es lo que hubiera dicho mi hijo por aquellos días… me ofendía un poco esa clase de comentarios pero la Justicia, aunque a veces se demore bastante, llega… Alguna vez mi hijo le comentará a su hijo de diez años que, cuando él tenía esa edad, no existía la Internet, por consiguiente no existían los juegos on line, el correo electrónico, el MSN ni nada parecido, tampoco (por absolutamente increíble que pueda sonar) existían los celulares, las cámaras digitales, los reproductores de mp3 (o mp4, 5, 6 o lo que sea que se use entonces) los televisores de LCD de 50”, las laptops… la lista es interminable. Espero poder ver ese día, para poder reír como no lo hice en mi vida. Mi venganza estará consumada.

O no… tal vez, sólo para fastidiarme, mi hijo le cuente a mi nieto cómo era su abuelo a los diez años a medidados del siglo pasado…