domingo, 16 de enero de 2011

XVIII - Pescando con papá

Algunos de los más lindos recuerdos de mi infancia giran alrededor de las excursiones de pesca con mis viejos, especialmente alrededor de 1968-1972. Fuimos a varios sitios como Zárate, San Pedro y otros, pero el gran favorito era Baradero. La actividad empezaba varios días antes, cuando empezábamos a preparar los equipos. Luego, llegaba el día y cargábamos todo en el viejo Hudson 1947 de mi papá (por entonces no era tan viejo…) o un poco después en el Falcon celeste que tuvo durante tantos años y salíamos a la ruta. 
Me encantaba ir a Baradero.  No solo porque siempre pescábamos algo: dorados, surubíes, patíes, bogas, sábalos, grandes bagres y mil cosas más, también amaba aquellas excursiones porque durante esos días estábamos todos juntos. En esos momentos, mis padres dejaban de serlo para convertirse en compañeros de juegos, por decirlo de alguna manera.
Tengo grabadas en la memoria aquéllas cosas que tanto placer me obsequiaban:  el asado preparado con las últimas luces del día en la orilla del río, que incluía algo de pescado cuando lográbamos pescar algo que mereciera ser comido... las oscuras noches sin dormir, alumbrado por un farolito de kerosene al que tanto cariño le tomé, que me acompañaba junto a una pequeña radio portátil para escuchar algo de música, generalmente algo de chamamé que sonaba tan apropiado en ese lugar... despacito para no asustar a aquel gran pez que alguna vez mordería mi anzuelo, mientras fracasaba una y otra vez en contar las estrellas hasta que el formidable espectáculo del amanecer en el río saludado por el canto de los pájaros me dejaba absolutamente extasiado, sin importar cuántas veces lo hubiera contemplado... 
La sensación de aventura cuando alguna tormenta atacaba nuestro pequeño campamento pero no conseguía acobardarnos... Aquél gran pez que arrancó la caña que teníamos clavada en la tierra, sin darnos la satisfacción de por lo menos dejarnos saber qué era.... La ceremonia del mate con bizcochitos que era nuestro desayuno habitual… Ver a mi papá sentado en su sillita plegable con el mate en una mano y el termo en la otra, vigilando las líneas a la espera del pique era una de las cosas que más disfrutaba.

Los años pasaron y esas excursiones quedaron atrás. No creo que hoy pudiera disfrutarlas como entonces. Las estrellas, el río, los amaneceres, los pájaros y los peces todavía deben estar, pero no podría encontrar a mi viejos en sus sillitas con el mate y los bizcochitos… 

 o tal vez sí? 


Mamá en su sillita, esperando el pique

Papá, junto a su nuevo Falcon

Papá, su mate y su sillita...