martes, 22 de mayo de 2012

XXXI - Perdido!

No sé cuántas personas pueden presumir de haberse perdido en tantos lugares como yo lo hice. No hablo de extraviarme en un sentido accidental, algo que carece por completo de encanto y elegancia, sino hacerlo casi deliberadamente, de una manera calculada y sistemática.

Tantos años en la marina mercante me llevó a mil lugares alrededor del mundo, muchos de ellos increíbles, a los que recorrí visitando los sitios de interés más obvio –por ejemplo, uno no va a París y se vuelve sin haber visto la torre Eiffel– pero también, siempre que el tiempo me lo permitiera, recorrí los lugares completamente al azar, lo que hizo que más de una vez terminara perdido a pesar del mapa de la ciudad que siempre llevaba conmigo..

Eso casi nunca fue problema, estaba dentro de los cálculos. Después de todo, todo lo que necesitaba era llevar anotado en un papelito el lugar en el que estaba mi barco para eventualmente mostrárselo a un conductor de taxi.

A pesar de lo antedicho, hubo ciertas ocasiones en que la aventura se complicó un poco, como aquella vez que por seguirle el juego a mi compañero que quería ir a nosedónde para visitar una planta de Sony, abordamos un tren equivocado en Osaka (Japón) para acabar perdidos en otra ciudad. Cuando, con algo de espanto, comprendimos la situación, tratamos de obtener ayuda de los nativos. Ninguno parecía entender nada de lo que decíamos en nuestro espantoso inglés. Uno de ellos alcanzó a comprender que veníamos de Argentina y empezó a decir “Maradona, Maradona” lo que no resultó de gran ayuda. De alguna manera encontramos luego de algunas horas la estación de ferrocarril y nos subimos al primer tren que iba en dirección contraria. Conseguimos volver a Osaka, el resto fue más o menos fácil. Nunca llegamos a saber siquiera en cuál ciudad habíamos estado extraviados. En otras ocasiones, al menos podía leer los nombres de las calles y cosas así, pero en los países donde no se utiliza el alfabeto latino, era todo un problema. Como en Japón, otros lugares con inconvenientes similares fueron China, Korea y Rusia por ejemplo.

Ajá.... Creo que es para allá...
Una noche, tarde, comprendí que mi sentido de la orientación me había abandonado en Miami. Preocupado por mi seguridad en unas calles insólitamente desiertas, donde los taxis parecían no existir, encontré un auto de la policía estacionado. Me acerqué a él y traté de explicarle a uno de los policías mi problema. Estuve un largo rato revolcándome en mi espantoso inglés mientras me miraban en silencio. Luego de varios minutos, cuando ya estaba completamente resignado a continuar vagando esperando encontrar un taxi, dejé de hablar y algo en mi mirada provocó un brote de piedad en uno de los hombres de azul, porque comenzó a hablar en un perfecto español dándome todas las indicaciones que yo necesitaba. Quería matarlo…

La ocasión que más recuerdo la viví en Amberes, Bélgica. Allí me perdí completamente, incluso había extraviado el dinero que llevaba y el famoso papelito con las anotaciones del lugar donde estaba el barco para poder regresar. Parece que nadie habla inglés en ese bendito país, o tal vez era yo el que no lo hablaba… no sé… Luego de caminar en soledad durante horas, cuando ya la noche me caía encima junto con la lluvia y un frío increíble, cuando mi cansancio era absoluto, pasé por el frente de un café de cuarta categoría… miré hacia adentro y vi a unos hombres sentados alrededor de una pequeña mesa. Uno de ellos, el que estaba de espaldas hacia mí, levantó con aire triunfal un tres de espadas y lo puso sobre la mesa provocando cierta expresión de horror en sus contrincantes. La vista de ese naipe fue la visión más gloriosa que pudiera haber deseado. Entré al café y me dirigí a la mesa hablando español. En ella, dos españoles, un uruguayo y un argentino residentes allí fueron mi salvación.


Por supuesto, que seguí perdiéndome en cada puerto durante todos los años que estuve en los barcos. Conocí lugares que de otra forma jamás habría visitado. Si volviera a viajar, con toda seguridad que saldría con un papelito en el bolsillo de mi camisa para mostrárselo a algún conductor de taxi y saldría a vagar al azar, decidido a perderme, como antes…