La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo. (Platón)
Mi primer y definitivo contacto
con la música lo tuve a través de mi viejo tocadiscos Winco allá en mi infancia
en los años ’60. Creo que todavía no aprendía a leer, pero reconocía los discos
ya sea por las tapas o el color de sus etiquetas. Era un enorme y pesadísimo
aparato, aunque se suponía que fuera portátil.
Era una colección realmente muy
variada. Creo que la mayoría eran anteriores a mi nacimiento. No sé cuál era el
origen de los discos. No imagino a mi papá comparándolos, no era especialmente
amante de la música y mi mamá no habría comprado una selección tan variada.
Recuerdo especialmente una colección de discos de música clásica, “Gran
Festival Ligero de los Clásicos”. Allí conocí a Beethoven, Tchaikovsky, Chopin
bach, Verdi y tantos otros; pero esto no era todo. No faltaba el tango, el folklore, boleros, brasileña,
rock, jazz (en discos de pasta de 78 RPM extremadamente delicados) y la música
más popular de la época, especialmente en discos simples de 45 RPM,
generalmente con cuatro temas como máximo. Pasaba muchas más horas con la música
que con la televisión, cosa que no era habitual en chicos de mi edad.
Unos años después traté de
estudiar piano, pero no tenía mucho talento, la verdad sea dicha. De todas
formas, es de aquella época que proviene mi amor por la buena música. La disfruto hoy
con el mismo placer que entonces. No importa de qué género se trate. Puede ser Carlitos Gardel,
Astor Piazzolla, Los Beatles, Luciano Pavarotti, Louis Armstrong, J. M. Serrat, Pink Floyd, Leon Gieco, Frank Sinatra, Paco de Lucia, Kiss, Santana, Edith Piaf, Andrea Bocelli, Arthur Rubinstein o cualquier otro…
Todo gracias a mi viejo Winco “portátil”. Después vendrían los grabadores con cinta abierta, los magazines, los cassettes, los CD's, los mp3 y la lista sigue, pero eso es otra historia.